Aventis
Emiro Vera Suárez
Existe un colectivo en
nuestro país, que desea morir como dolárista y con arrojo, maneja un conjunto
de circunstancias para manipular la conciencia del pueblo y someterlo a un
conjunto de argumentaciones, remontándose
desde el viernes negro hasta nuestros días. Es un camino equivocado, con
una suerte distante, como es tener libre entrada al mercado paralelo, todos
quieren irse por esa vía mítica de desorientación y que encierra el mundo de
las hamburguesas y comida chatarra. Los estadounidenses vienen programando a
Latinoámerica a un espasmo social y económico, pero, para avanzar debe utilizar
al pueblo, utilizando su conciencia en
hechos mecanizados, donde la conducta se haga operativa y con una visión
política, desechar las conquistas del Bolivarianismo. La guerra económica
comenzó aplicarse en el año 2007, cuando subía a Mérida llevaba alimentos en
tres maletas porque pocas gandolas
abastecían el mercado interno de ese Territorio y ya los precios en el mercado
negro eran exorbitantes.
Todavía, existe una
tensión permanente y largas colas de ciudadanos absorbidos por el Capitalismo
salvaje hacen filas para adquirir leche, harina y papel sanitario.
El lenguaje clasista de los norteamericanos hace su efecto en éste grupo de
personas, quienes le dan validez a otras culturas y son obligados psiquicamente
a no tener una identidad nacionalista, como una convivencia propia del
venezolano en el quehacer de su hogar y la salida con sus hijos a los parques
nacionales. Este ciudadano prefiere estar los siete días a la semana en cola,
pensando que es el final de los tiempos bolivarianos, porque, a su vez reciben
una información bien argumentada adversa a los valores patrióticos.
El metalenguaje estadounidense
en la voz de algunos seudos dirigentes se encuentra haciendo mella en muchas
conciencias, muy por fuera del contexto socio político de donde residen estas
personas que se trasladan a mercados distantes a su lugar de origen, es una
convivencia con riesgo de violencia y una intolerancia parcial que nos
inhabilita para procesar nuestro verdadero lenguaje.
En dichas colas,
escuchamos expresiones verbales de una gran diversidad extranjera y que en
algunos casos, expresan una diversidad religiosa, son ideas complejas y repetitivas que generan
temas subversivos y de distorsión social, lo importante es tomar el producto y
regresar al otro día para volver adquirirlo sin respetar el derecho de los
demás al alimento diario.
Regresamos a la
antigua fiebre por el Dorado. Pero, ahora con acento norteño, es una
programación bien dada por el sistema de espionaje y los factores de poder que
se manejan bajo ese criterio, lo interesante para quienes manejan éste concepto
es el manejo de las decisiones. La guerra económica es la nueva aventura de
unos cuantos ciudadanos políticos que se manejan a través del dólar paralelo,
casas de cambios y una parte del pueblo que no quiere asumir su rol, a pesar de
las campañas culturales para que asuman una expresión de mando en sus comunidades
a través del Poder Popular y las llamadas Comunas, que, funcionan muy bien en
país europeos como Francia y España y el Sur en Argentina y Bolivia.
La ideología es una
relación de ideas para construir un Estado, luego de encuestas y congresos se aplica
un pensamiento único en el desarrollo estratégico del Estado para no dividir la
sociedad y el derecho a su intimidad.
Estamos en un juego de
imágenes y en ella se teje de una manera ilusoria de un país mejor y obviamente
en éstas colas solo se escuchan contrariedades del bienestar común. Debemos
aclarar las aguas y, ya no hay posibilidades de postergar programas, tienen que
aplicarse con urgencia y ser lineales en esto. A nuestro pueblo, se le esta
sembrando una ideología perversa, el del consumo y el acaparamiento.
Hay que evitar este
influjo hipnótico cuanto antes, porque llegara el momento del mimetismo y todos
estaremos en las colas con un perro caliente o una hamburguesa trasnnacional.
*Filósofo.